Os presento un clásico que acaba de cumplir dos siglos y sobre la que me voy a extender un poco más.
¿Quién no ha visto o ha oído hablar de la historia de Frankenstein?
Los de mi generación creo que todos y los más jóvenes también. Ahora me gustaría animaros a leer la verdadera historia escrita por una jovencísima Shelly, de 18 años, que en esa época tuvo que publicarla con el nombre de su marido (Percy Bysshe Shelley), hasta que en 1831 reescribiera la obra entera y se editara ya con su nombre (Mary W. Shelly).
Tiene una forma peculiar de contarnos la misma, lo que se conoce como epistolar (en forma de cartas) en la que un marino (Walton) en una expedición en el ártico (por eso he elegido esta portada), mantiene correspondencia con su hermana (Margaret) en la que le relata la historia de un viajero y su trineo que han rescatado de entre los hielos.
Más allá de lo que el cine nos ha contado es necesario acercarse a la verdadera historia, la de Víctor Frankenstein, un joven ávido de conocimientos que juega con lo que entonces se denomina la filosofía natural (las actuales ciencias), y en un experimento nace su criatura a la que directamente abandona.
Esta aprenderá no solo a hablar, a tener sentimientos y descubrirá el rechazo por su apariencia monstruosa. Ello le llevará en busca de su creador para pedirle una compañera, y amenazarle sino lleva a cabo su encargo.
No voy a adelantar más, ya que merece la pena leerla y cómo nos la relata la joven Shelly.
No me resisto a realizar algún comentario.
¿Quién es el verdadero monstruo?, aquel que dio vida a un ser y lo abandono sin saber que le había dotado no solo de vida, también de sentimientos o la propia criatura, que en su sed de venganza solo buscará destruir a su hacedor y a todo lo que amaba.
Los relatos finales, las dos visiones la de Víctor, quien reconoce cómo tras un experimento loco creó una criatura racional y no supo asegurarle su bienestar, y ahora solo perseguía su destrucción; y la del ser creado. Ninguna te va a dejar indiferente. Te harás muchas preguntas, yo al menos me las hice.
Son muchas las frases que me gustaría destacar, si bien esta vez prefiero recoger este poema de su esposo, Percy Bysshe Shelley, incluido en la obra, y que lleva por título Mutability, escrito en 1815.
Descansamos; una pesadilla puede envenenar nuestro sueño.
Despertamos; un pensamiento errante nos empaña el día.
Sentimos, concebimos o razonamos, reímos o lloramos.
Abrazamos una tristeza querida o desechamos nuestra pena;
Todo es igual; pues ya sea alegría o dolor,
El sendero por el que se alejará está abierto.
El ayer del hombre no será jamás igual a su mañana.
¡Nada es duradero salvo la mutabilidad!
Escrito por Leonor Pérez de Vega, autora del blog El dolor sí tiene nombre. Puedes seguirla en Twitter desde aquí.