Este escritor británico nacido en Japón, premio Nobel en 2017, nos trae esta vez otra historia escrita en primera persona y con esa habilidad que manifiesta para adentrarse en todos los géneros narrativos. Después de obras suyas como Lo que queda del día o Nunca me abandones, se adentra en un escenario que no ha sido recibido bien por todos.
En apariencia esta novela puede resultarnos una obra distópica y de ciencia ficción, pues así aparece planteada, si bien en esencia es humanista, y en ella se trata de indagar en aquello que nos hace más humanos.
Me ha parecido interesante reseñar esta obra porque no veo lejana esta posibilidad; ¿cuál? aquella en la que lo humano se halla más palpable en un robot, que en quienes buscan en esta máquinas solo una forma de sobrellevar la soledad.
«Hasta qué punto los humanos, en su obsesión por evitar la soledad,
Klara y el Sol, Kazuo Ishiguro
hacían maniobras que resultaban muy complejas y difíciles de entender».
Así, Ishiguro nos plantea en esta novela una cuestión y es la siguiente: ¿De qué modo nos ven los robots?
Con ella vertebra una historia en la que su protagonista posee una personalidad que no se asemeja a la que debería tener por su condición de autómata.
Klara, su protagonista, es un androide, concretamente una AA (amiga artificial) que espera, de forma paciente, en la tienda a que algún menor venga a buscarla. Este es su destino para el que ha sido diseñada, aunque existan ya en el mercado otros modelos superiores.
Ahora bien, ella es especial, pues parece comprender los sentimientos humanos, los cambios de humor y las emociones.
Su autor nos descubre una historia de humanos solo preocupados por el éxito y futuro de unos hijos mejorados, y enfrente un androide, Klara, que despierta ternura, emoción, sentimientos y una amistad incondicional.
—A veces debe estar bien no tener sentimientos. Te envidio. Reflexioné un momento y respondí:
–Creo que tengo muchos sentimientos. Cuanto más observo, más
sentimientos acumulo.
Cuando Klara se fija en aquella jovencita que un día entra en la tienda, sabe que volverá a por ella, a pesar de las palabras de la gerente: No te fíes de las promesas de los humanos. Cuando dicha jovencita, Josie de 14 años y enferma, vuelve a por ella la gerente atisba algo especial en Klara.
Josie le garantiza que en su casa dispondrá de todo el Sol que precise, porque Klara, al igual que otros AA y la naturaleza, necesita de él, del astro rey, tanto para alimentarse como para funcionar.
Lo que desconoce Klara es que Josie es una joven mejorada, una cualidad que no tiene, por ejemplo, su vecino Rick. Unos adolescentes que han compartido vecindario y amistad desde la infancia, y han sido criados por madres solteras.
Para Rick el camino no será tan fácil, y de hecho se abre un debate sobre las posibilidades de unos y otros. Josie como el resto de jóvenes mejorados estudian en sus casas y se preparan para el ingreso en la universidad. De vez en cuando realizan reuniones con otros jóvenes, igualmente optimizados, con el fin de socializar y pensar en su futuro. Pero lo que no han podido evitar son las enfermedades, como la que padece Josie.
Con su nueva familia descubrirá la naturaleza (ella solo conoció la tienda y el almacén) y las salidas al campo. Pasa a convertirse en su sombra, a la que cuida y acompaña, siendo la lealtad y la amistad una constante en el papel de Klara.
Sin embargo, la madre la sigue viendo como una AA, incluso llegado el caso como una sustituta de su hija. Mientras Klara sigue en su empeño de mejorar la salud de su amiga, viendo en el Sol no solo su fuente de energía, también una fuerza sanadora.
Una novela que no te dejará indiferente, ya que Isaguro se pregunta por
el papel que juegan las emociones humanas en este mundo tan mecánico.
«Por la mañana, cuando vuelva el Sol, es posible que podamos tener esperanzas».
Escrito por Leonor Pérez de Vega, autora del blog El dolor sí tiene nombre. Puedes seguirla en Twitter desde aquí.
Me encantó caer por aquí y descubrir la riqueza comprimida de tu presentación de “Klara y el Sol”, no es fácil captar la atención en pocas líneas y tu lectupÍldora lo ha logrado, me ha dejado con la urgencia de leer a Kashuo Ishiguro como una forma de distraer el dolor…gracias!