La dependienta, Sayaka Murata

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Es la primera vez que he leído una obra de una escritora japonesa y me
decidí por ella tras una recomendación en las críticas literarias a las que suelo acudir.

He de indicaros que tras su lectura he podido entender mejor a la
cultura japonesa
, de la que nos separan no solo miles de kilómetros, idioma, costumbres, y parte de las mismas aparecen reflejadas de forma atractiva en esta Lectupíldora que ahora os presento.

Una sociedad, la japonesa, que podemos en algún momento llegar a
imaginar, si bien creo que esta corta obra (solo 176 páginas) llena de realismo nos presenta algunos aspectos que sin duda te van a sorprender.

Nuestra protagonista se llama Keiko Kurukura es una dependienta de 36 años que trabaja de modo parcial desde hace 18 años en una de las llamadas tiendas de conveniencia (en japonés las konbini), tan comunes en países anglosajones y ahora en España, porque están abiertas las 24 horas, con el fin de ofrecerte cosas básicas o no tanto.

Pudiera parecer una historia simple de una mujer ingenua y que lleva eso una vida sencilla, pero como nos recalca desde el inicio, es la que ella ha elegido, lo cual le lleva a estar sometida a un juicio constante de una sociedad que indica a los trabajadores qué tienen que decir y hasta qué o cómo hacerlo…

Desde pequeña Keiko se consideró diferente y en la edad adulta trabaja
de forma temporal en una tienda por la que se desvive, cuando los jóvenes de su edad ya desempeñan un trabajo fijo, han formado familia, o tiene una pareja.

Todo ello le hace sentirse como un lastre para la sociedad, frente a la que siente que no aporta nada. Desafía con su modo de vida, edad y trabajo las normas de una sociedad, que no ve adecuado todo lo anterior. Por ello se encuentra sometida a un continuo examen desde su familia a sus amigos, lo que le obliga a mentir, por ejemplo, que tiene un novio que no es otro que un empleado más de la tienda, que ha decidido aislarse de la sociedad en casa de Keiko.

Algo que no solo es propio de la sociedad nipona, ya que ejemplos de este tipo los vemos en cada rincón de nuestro entorno.

Porque aunque cumplas las normas, siempre habrá algo más que la gente espere de ti.

Keiko está tan absorta en la monotonía de su trabajo, en el orden de la
tienda, el ruido que está presente en la misma que no puede vivir lejos de esa rutina, lo cual me lleva a pensar si esa es la realidad de la sociedad nipona.

Ella se siente segura en esa monotonía, que a otros puede resultar agotadora, aunque es su mundo de confianza y ello le conduce a mimetizarse con sus compañeros en un intento de convertirse en lo que otros esperan, una persona normal.

Sin embargo, para Keiko es mejor tener una vida normal, la que ha elegido y en parte problemática que aquella que le demanda la sociedad y considera anormal, pese a que pudiera tener más contenido.

Escrito por Leonor Pérez de Vega, autora del blog El dolor sí tiene nombre. Puedes seguirla en Twitter desde aquí.

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