La madre de Frankenstein

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Hace unos días nos ha dejado una de las grandes escritoras, no solo por su apellido, también por su obra. Empecé a conocerla, bueno su obra, con Modelos de mujer (1996), Atlas de geografía humana (1998) y luego vendrían muchas más. En 2018 se le concedió el Premio Nacional de narrativa por otra novela que os recomiendo: Los pacientes del doctor García (2017). Con ella se ha ido un referente por la forma de escribir, tan exquisita y detallista; pues no dejaba nada al azar, y detrás de cada obra podía apreciarse un gran trabajo de documentación.

Almudena Grandes reconoció que quizás podría vivir sin la escritura, pero no sin la lectura: «Vivimos para contarlo. Leemos para vivir» (Mainer 2000). Por ello, se confesaba primero lectora y además advertía que escribía los libros que le gustaría leer. Sencillamente porque los libros son para ella vida de más, risa de más, llantos de más, preguntas de más… Sin la lectura, la vida se le habría convertido en un simulacro.

La novela que he elegido es la última que publicó en vida, aunque tenía una pendiente. En esta aborda un tema de gran transcendencia no solo ahora, sino en una época en la que muy pocos apostaban por los tratamientos en materia de salud mental.

Almudena Grandes era experta en tomar sucesos reales como punto de partida a fin de construir grandes historias, y de ahí que a veces resulte difícil distinguir entre lo real y lo ficticio.

En 1933 Aurora Rodríguez Carballeira, una mujer muy inteligente, al tiempo que obsesiva y maniaca, asesina a su hija única Hildegart, una niña prodigio, y fue internada en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. La historia de esta mujer fue tan fascinante que sería llevada al cine con la película Mi hija Hildegart, dirigido en 1977 por Fernando Fernán Gómez.

Como se relata en la novela: «Maté a mi hija, sí, porque estaba en mi derecho, era un boceto defectuoso y yo, como su autora, comprendí que no había alcanzado la perfección que esperaba».

El protagonista de esta historia es Germán Velázquez un joven que en 1939 marcha, como tantos, exiliado a Suiza tras la guerra civil. Se hace cargo de él un discípulo de su padre, el Dr. Goldstein. Se convierte en psiquiatra, como su progenitor que en su momento atendió a Aurora, un caso que conmocionó a todos, incluido el propio Germán.

En 1954 tras recibir una oferta para volver a España, y en concreto al manicomio de Ciempozuelos, decide aceptarla y reencontrarse de esta manera con su familia. Si bien al tiempo lo hará con la España franquista, y comprobará de primera mano cómo se trataba la salud mental en los años 50. Es un verdadero homenaje a la psiquiatría y al amor en sus distintas facetas.

«La enfermedad mental es la peor cárcel que existe. Es una cárcel que encierra hacia dentro, que atrapa a una persona y no la suelta jamás, y la hace odiosa para su familia, para las personas que la quieren»

En el manicomio descubre que está ingresada Aurora Rodríguez, quien se niega a relacionarse con otros pacientes salvo con una joven auxiliar, María que hace de lectora para ella, ya que ahora es invidente. Germán pondrá en marcha sus nuevos conocimientos y unos fármacos que han dado buenos resultados, algo que no les gustará al resto de profesionales con una estrechez de miras a todo lo que venga de fuera.

Con estos protagonistas: Aurora, la joven María y Germán, Almudena entreteje una historia con tres narradores entre lo real y lo ficticio que sin duda te va a cautivar. La misma permitirá adentrarte en escenarios diferentes, en un tiempo pasado, que no se debe olvidar y un espacio variable; y sigue en parte el hilo de otras de sus novelas Los Pacientes del Dr. García (Germán es su cuñado).

En definitiva, un homenaje a las mujeres de esa época y a la salud mental. Con la llegada de nuevos medicamentos que solo se querían probar en hombres, porque las mujeres seguían siendo de segunda, sometidas y más si estaban en un manicomio. Y muchos otros temas, como la censura, el miedo a hablar, a recordar, a las pérdidas…

Escrito por Leonor Pérez de Vega, autora del blog El dolor sí tiene nombre. Puedes seguirla en Twitter desde aquí.

1 comentario en «La madre de Frankenstein»

  1. Mi relación con Almudena empezó cuando yo tenía 19 años escuchando el gabinete de Julia Otero. En esa época todas las tardes estaban los mismos contertulios entre ellos Almudena. Hacía una pausa al estudio de las asignaturas de Derecho para ilustrarme con Almudena, Adriansens y Manuel Delgado.
    Comenzaron a ser parte de mi familia.

    Comencé a leer :Malena no es un nombre de tango y me encantó. Luego las Edades de Lulú, Viernes….

    Fue mi escritora favorita durante muuuucho tiempo.

    Gracias por esta #Lectupildora

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