En Navidad también hay cocinas que huelen a soledad y sobremesas en que el único turrón que se sirve es duro y de almendra amarga. Revivimos el ritual de pasar lista a todas las ausencias y añorar, en el mejor de los casos, los recuerdos de un pasado que cada año retocamos con los pinceles de la memoria para hacerlo más tolerable…
El regalo ideal es una cápsula del tiempo que te lleve al siete de enero protegido de la abrumadora felicidad que lo envuelve todo, esa que se fue o que nunca llegó, la que se condensa en un perfume que asfixia y la que promete un feliz año clonado y recién salido de fábrica.
La otra Navidad nunca es blanca pero siempre es roja. Es el pitido de un monitor de hospital, una cena incolora e insípida para compartir con extraños, un amanecer sin árbol ni paquetes de colores, la espera entre los fantasmas de la incertidumbre o ese dolor implacable que no se va de vacaciones. Reuniones de la que sólo importa el final,
mientras actúas sin cámaras en una película que oculta los descosidos que llevas en el alma, recitando un diálogo para una vida de ficción que no es la tuya.Pero #laotraNavidad es la auténtica.
No es un decorado en venta ni una sonrisa retocada por ordenador. Aquí los abrazos son de carne y los buenos deseos se lloran. En esta Navidad sabemos que los únicos reyes son los niños, que los que están de verdad a tu lado no te quieren con máscaras, que nos da igual cambiar el marisco por un puré de verduras si lo hacemos juntos, que no hay que mirar el calendario para decidir cómo demonios tenemos que sentirnos hoy.
Qué bien por los que tienen paz y disfrutan de la-mejor-compañía fuera de los teatrillos de Instagram. No hay nada como un refugio de calor humano cuando está prohibido sentirse solo o mirar de frente a la tristeza. Como si el tiempo fuera un vinilo sin cara B. Negando que la sangre se mezcla con el dolor y la rabia de no tener respuesta a la maldita pregunta:¿Por qué? ¿Por qué a mí?
#laotraNavidad ni es un fraude ni se acaba con unas rebajas del cincuenta por cien. Es la historia real que madruga todos los días buscando una tregua en este mundo no apto para imperfectos. Detrás de cada ventana iluminada hay una vida que pocas veces se parece a la de esos anuncios de mazapán de plástico y burbujas de charol. Y detrás de cada ventana oscura igual sólo hay un villancico desafinado que quiere que lo dejen tranquilo.
Está bien tener esperanza y aspirar a algo mejor. Pero dejemos de castigar con el ruido de nuestra supuesta plenitud a los que nunca llevan el décimo premiado. A poco que rasquemos, bajo la otra Navidad se esconde quien de verdad somos.
Cuidado porque la vida nos espera a todos con un menú en crudo que puede resultar muy indigesto. No te voy a felicitar por ello, pero permíteme que me siente a tu lado mientras buscamos la belleza fría de las luces del invierno.Quizás sea una buena manera de pasar esta Navidad, la tuya y la mía.
La nuestra, la que a veces, o casi siempre, duele.