He de decir que no soy una apasionada de estas fechas. Aunque tampoco soy un Grinch 😉. Pero aún recuerdo muy bien cuánto me gustaban las navidades cuando era pequeña. Significaban familia, reencuentros, ilusión, salidas al circo y a la feria… Entonces no había tanto consumismo, yo no conocía los centros comerciales. Quizá esa magia era lo que más me gustaba y lo que recuerdo con más ternura…
De adolescente, la Navidad significaba familia, amigos, fiestas de nochevieja ☺️, salidas al cine y a ver la ciudad toda la muchachada junta… Aún tenía su magia.
Luego… no es que desapareciera. En la veinteña, la Navidad era trabajo (que me encantaba, por cierto), algo menos de familia, pero todavía amigos.
Y en la treintena, y hasta hoy, es mucho de enfermedad. No hay salidas, ni cine, ni feria, ni circo, ni mucho menos fiestas. Pero hay hogar, algunos amigos, y apenas familia. Y no me parece mal.
Desde hace unos años, y no por la enfermedad, mi Navidad son los niños.
(Aunque me limita las salidas y excluye sitios a los que acudir hace mucho)
Hace cuatro años que soy tía. Alguna vez he tenido “sobristizos” (sobrinos postizos, de una pareja, o hijos de buenos amigos). Y con ellos volví a vivir la Navidad como cuando era niña: con esa ilusión e inocencia. Y volví a decorar mi propia casa con un pequeño árbol. Y ahora mismo, en vísperas de esos días, estoy ilusionada hablando con mi sobrino mayor, que ya se entera de todo, de los reyes magos, de si ha escrito la carta, de si le dejarán regalos en mi árbol…Y me muero de amor. Y me encanta.
En mi familia directa no tenemos mucho apego. Hay años en los que ni siquiera nos juntamos en Navidad. Desde que nació mi sobrino, volvimos a hacerlo. No todos, no más de una vez, pero no hace falta más. Yo no sé fingir, ni olvidar lo que ocurre el resto del año. Y veo que los demás tampoco. Es mejor así, no me importa.
Con la familia de mi pareja sí nos juntamos. También tiene sobrinos, a los que adoro. ¡Y tachan, vuelve la magia! 😍
Respecto a familiares como tíos y primos, no tenemos relación. Por ambas partes. Fue faltar mi abuela materna, y dos años después mi abuelo paterno, y como pasa en estos casos, por un “quítame allá esos desacuerdos de herencias”, nacieron rencores que nos separaron. Yo sigo echando de menos infinitamente a mi abuela, la luz de mi vida. Me parece tan triste que su marcha trajera todo ésto… Y la Navidad me recuerda que no está. Aunque también me lo recuerda cada día del año…
Mi enfermedad, a priori, no me supone un problema en estos días.
No preparo grandes “comilonas” en mi casa porque no lo he hecho nunca. Este año va a ser el primero. Pero vamos a hacerlo juntos. Y no porque yo no pueda con todo. Sino porque así lo hemos decidido. Viene la familia de mi pareja en nochebuena. ¡Y los niños! Es mi primera cita navideña como anfitriona, y me hace mucha ilusión. Porque nadie me va a decir “Descansa, no hagas esto, no hagas lo otro”. Porque si lo hacen, muerdo 😅. Y porque saben que no es necesario, sobretodo.
Los amigos, cada vez nos juntamos menos. Eso me pone muy triste. Pero tienen sus vidas, sus hijos, y parece que no tienen tiempo para nada. Lo respeto a la par que lo lamento de veras.Con mis amigas sí que elegimos un día para hacer nuestra Navidad. ¡Que no se acabe nunca esta tradición!
Mi familia… Estas serán las segundas navidades que no nos juntamos. Las anteriores, no lo recuerdo. Me da un poco igual, aunque también me da pena. Pero tenemos mucho desapego. Nos unimos en su día por mi sobrino, luego por la peque, y ya está. Seguimos siendo los mismos. Pero da igual, eso es lo que hemos aprendido. Y aprehendido.
Éramos esa familia que, en aquella época en la que mis hermanos y yo éramos niños, había que callar lo que pasaba en casa.
Hoy en día el asunto hubiera acabado en denuncias y en los servicios sociales.
No me duele decir esto. Lamento haber vivido aquello en unos tiempos en los que “eso era normal”. Pero no se puede volver al pasado. Me quedo con unos recuerdos maravillosos de todo lo que vivimos juntos, de las navidades con la gran familia, de lo bonito de ser niños inocentes y felices, de juntarnos los primos y jugar juntos, de cuando los juguetes no eran tan importantes… De tantas cosas bellas que forman parte de mí, y que no quiero perder.Y ahora, eso lo vivo con mis sobrinos. Y vuelvo a ser niña a su lado. Y adoro su inocencia.
Y voy a seguir llevándoles gorritos de Papá Noel para hacerles fotos y jugar la tarde de nochebuena. Y yendo a comer las uvas con ellos la tarde de nochevieja. Y haciéndoles coronas de reyes. Porque son los reyes de mi vida. No me importa ir a verles, cansarme, jugar, que quienes estén me digan “ten cuidado no te hagas daño, pobrecita” por enésima vez.
Bueno, como el resto del año.
Ya me cansé de dar explicaciones a quien no las escucha. Los niños crecen y se enteran de todo. Y yo no quiero que me vean como “su tía la cojita”. Saben que tengo “pupa” a veces. Pero los peques son muy listos, y se quedan más con lo que ven que con lo que oyen.
Ellos me ven a mí por el suelo jugando con ellos y llenándoles de besos y de abrazos. Y eso basta. En Navidad, y el resto del año.
Ya tendrán tiempo de ser mayores y perder por desgracia, esa inocencia. Pero para eso quedan, espero, muchos años ☺️.
Y eso es lo que adoro de la Navidad, y nada ni nadie puede hacerlo desparecer.¡Ya estoy deseando que llegue nochebuena! 😊
¡Felices fiestas a todos!
Lucía
#pacientesquecuentan