Navidades en tiempos de pandemia.

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La niebla perene de esos días impedía que el Sol calentase las ventanas, y menos que la luz tenue de diciembre iluminara la estancia. Desde la habitación se escuchaba de forma suave el tono de Casilda.

¿Hijo ya te has levantado?, aún es muy pronto. Sí madre, en nada te acerco el desayuno, —contesto Regino.

Lo tenía todo dispuesto, solo le había dado tiempo a comprar un pequeño adorno sonoro para la ventana, pero lo suficiente para alegrar el espíritu de Casilda. Su vista ya no le permitía percibir las luces, aunque sí los otros sentidos, los cuales se habían ido desarrollado con el tiempo.

Fue a buscarla a la habitación para que no tropezase, y esperaba sorprenderla con los pequeños detalles dispuestos para celebrar el día de Navidad.

—¿Qué has preparado que huele tan bien? —Lo de otros años, pero con alguna sorpresa madre, —le respondió Regino. Pero hijo te lo llevo diciendo semanas, quiero que descanses. Todo el día cuidando de mí y ¿Quién cuida de ti?, no estás bien, lo noto en tu voz, aunque no digas nada. —Le dijo cariñosamente su madre.

Casilda insistía en que debía tomarse unos días de descanso, que ya había hecho por ella más de lo que pudiera esperar.

—Madre hoy es Navidad y haremos como otros años, a nosotros nos da lo mismo las restricciones, si siempre las pasamos los dos juntos. Sus nietos quizá llamen luego, ellos ya tienen su propia vida —fue la respuesta de Regino.

Ese día celebraron la comida de Navidad, los dos solos, como tantos años, aunque Regino no se despertó de la siesta. No se sentía bien tras la comida y se echó un rato. Casilda no supo llamar por teléfono, su vista casi apagada se lo impedía, la puerta estaba cerrada y el ruido de otros hogares le impedía llamar a sus vecinos, absortos en celebraciones. Se acostó en la cama junto a Regino y espero.

Regino solo sufrió un desmayo, necesitaba descansar. Cuando ambos despertaron las Navidades habían pasado, pero ya no eran los mismos.


Este es un breve relato o cuento de lo que puede suceder en algunos  hogares estos días, con la intención de hacernos reflexionar de lo que necesitamos o mejor de quien nos necesita y cuida.

Y es que un año más quiero dedicaros desde pacientes que cuentan unas palabras, en este espacio, con las que intento pintar un lienzo, y en lugar de utilizar colores, acudo a las palabras.

Este año la Navidad no puede ser la misma, y las circunstancias lo requieren. Si bien, sabedora que en muchos hogares la escena anterior se repite en demasía, pensemos un poco más en los que tenemos cerca o no tanto.

Para quien hace demasiado tiempo perdió la salud, bien porque el dolor entró a formar parte de su vida cotidiana o debido a otra enfermedad, conocemos que las celebraciones, y más estas que se aproximan, se hallan cargadas de algo diferente, lo que hemos llamado: La otra Navidad.

El hecho de que se hayan reducido las personas que se reunirán alrededor de vuestras mesas, sin olvidar a tantos que ya no lo harán, porque estos meses la pandemia se ha llevado a demasiadas personas. Esto junto con el miedo que aún perdura en muchos hogares, pueden hacer que las fiestas sean o se conviertan en un trago amargo.

Cada uno es libre de celebrarlas a su manera, y hay tantas como familias existen.

Durante este año que pronto termina, los pacientes que cuentan abrimos un espacio para poner en común aspectos que nos interesan y no solo como pacientes, también como personas. Me refiero a #EntrePacientes.

Particularmente, este me ha permitido profundizar en el conocimiento de otras situaciones, que aunque puedes atisbar hasta que no te acercas no sabes el valor que tiene por ejemplo un abrazo, una caricia, las palabras, o cualquier gesto de cariño, por ejemplo, en la maltrecha salud mental de demasiados.

«Fíjate que ese poder que tiene reside en palabras y miradas, en cosas tan sutiles e insignificantes que resulta imposible enumerarlas o hacer un recuento de ellas».

Cuento de Navidad de Charles Dickens.

Os comento que mis navidades no varían mucho, pues la familia es pequeña y atiendo a mis limitaciones. No obstante, pienso en las grandes familias y en nuestros mayores que esperan con alegría estas fechas, siempre que no les suponga un esfuerzo de trabajo. Al igual que en aquellos para los que aguantar una larga velada se convierte en un martirio de disimulo.

¡Qué buenos actores somos los pacientes de dolor crónico!

Y también en tantas mesas en las que faltan sus protagonistas, y el duelo continúa.

Quizá en ese sentido la maldita pandemia pueda ayudar a que las veladas sean más cortas, y a que entorno al hogar el necesario diálogo sea algo más fluido, con temas cercanos a todos, recordando a los que no están y valorando a los que se unen, y lo más importante: escuchar.

En mi amplia imaginación una mesa de Navidad, no es una fecha, ni un lugar concreto, lo veo como un escenario en el que están presentes personas y valores por partes iguales. Donde se escucha y se observa, en la que se comparte y cuando toca nos reímos, en la que nadie se siente excluido, respetándose el turno de palabra o los silencios que lo dicen todo.

No es obligatorio estar feliz en estas fechas, ya que quien toma el mando es tu mente y esta no conoce de fechas. Puede suceder que la tratemos de exponer a una situación incómoda, con experiencias de navidades pasadas, y ello solo te devuelva a esa situación con el rechazo implícito a estas fechas.

La felicidad para Platón en sus Diálogos era una combinación de placer y sabiduría, y al margen de los aspectos filosóficos que siempre nos ofrecen una visión muy apropiada, él se centraba en la esencia de las cosas sensibles. Y si bien ya describía al mundo sensible como ilusorio, se centra en la idea del bien.

Vaya visionario, ¿o no?

Cierto, estamos más sensibles, al menos quien ahora escribe, dado que inevitablemente haces balance del año. Será el cansancio acumulado, ahora lo llaman fatiga pandémica, y la nuestra fatiga de dolor o dolorosa, sin olvidar las ausencias y esa maldita (y lo pongo en negrita) necesidad de estar bien o disfrutar por obligación.

Son los pequeños momentos, las sonrisas, una postal que recibes de la hija de una amiga que es puro amor, una llamada o un mensaje el que te puede hacer feliz, tanto ahora como siempre.

No comprendo por ello esas ganas irrefrenables de salvar la Navidad cuando siempre está ahí, y la sanidad lo necesita con urgencia. Lo importante es celebrarla y no tanto cómo hacerlo. Que se respeten todas las formas es el mejor regalo que puedes hacer, tanto a ti como a los tuyos. Busquemos el apoyo en quienes sabemos que nos lo van a ofrecer.

Cualquier mañana, tarde o noche en estas fechas es momento para hacerte ese regalo, sin exigencias o imposiciones. Acompañada de un libro, de música, de quien esté a tu lado, o a quien puedas llamar y conversar un rato, de desconectar y valorar.

«Tales etapas en el curso del año, como la fiesta de Navidad, se les aparecían como puntos de descanso, como una especie de “columpios” gracias a los cuales se podía uno balancear y dar vueltas sobre los intervalos vacíos», 

La montaña mágica, Thomas Mann.

Felices fiestas a todos y que esa especie de columpio nos lleve a todos a un año que sea un poco mejor para todos.

Escrito por Leonor Pérez de Vega, autora del blog El dolor sí tiene nombre. Puedes seguirla en Twitter desde aquí.

2 comentarios en «Navidades en tiempos de pandemia.»

  1. Así sea, mi vida!! 🙏🙏
    Me ha encantado. He llorado y he sonreído. Navidad es siempre contigo.

    Ah siempre me gustó Platón más que Aristóteles. Afinidades de una cabecita idealista.

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  2. Como siempre tan acertada… expresando lo que sentimos impecablemente
    Gracias Leo 🙏🏼

    “ Cualquier mañana, tarde o noche en estas fechas es momento para hacerte ese regalo, sin exigencias o imposiciones. Acompañada de un libro, de música, de quien esté a tu lado, o a quien puedas llamar y conversar un rato, de desconectar y valorar“

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