Tigres de cristal

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Toni Hill (GRIJALBO, Mayo 2018)

Parece que esta novela literalmente me ha mordido como un tigre, porque desde que la comencé no pude soltarla. Como os indiqué al presentar esta sección, las “lectupíldoras”, leer nunca ha de ser una obligación, sino un placer, hazlo con aquello que te enganche.

«Hay olas que pueden destrozar vidas enteras, se dice él al recordarlo, resquebrajar la orca de un solo golpe de mar».

Una ciudad, Barcelona, en dos épocas muy distintas y un escenario. El autor nos ubica en la llamada ciudad satélite, el cinturón industrial de finales de los setenta, que acaba de votar la Constitución. En ella convergen la lucha obrera y miles de familias trabajadoras que migran de toda España en busca de una vida mejor, sobre todo para sus hijos. 

Unos críos que admiran a los tigres de Malasia desde Sandokán a Mazinger Z. Algunos soportan la violencia entre compañeros de clase, circunstancia que no te sorprenderá salvo por las consecuencias. Todo ello junto a unas familias desestructuradas, algo que es común a todo tiempo y lugar, una mezcla de valores, y una amistad: ¿Deseada o forzada? 

En esa misma Barcelona, treinta siete años después, los amigos se reencuentran, la violencia está fuera de las aulas y la vida sigue en esa ciudad satélite, de casas grises y miradas ausentes. 

Víctor Yagüe con sus 52 años, es un profesional de éxito que nos relata esas dos épocas, tras retomar su amistad con un antiguo compañero, Juanpe Zamora. Fue más que su amigo y aliado ante la indiferencia de una vida marcada por la violencia de un compañero de clase, y el abandono de una familia fragmentada. Este último no ha tenido la misma fortuna, los hechos acaecidos en esa época, siendo un chaval de 12 años, le marcarían toda la vida. 

«Vivíamos en un mundo desigual e injusto, todos, niños incluidos, y la única solución era protestar, protestar y protestar».

La culpa, la lealtad, la redención están presentes en una novela que no te puede dejar indiferente, en la que se repiten los temas con 40 años de diferencia.

La violencia en las aulas y fuera de ellas, que ahora se llama bullying o ciber acoso, con sus nuevos personajes en el mismo colegio al que fueron los protagonistas. En definitiva, un thriller psicológico en el que su autor te hace participar, tanto de cada época como de los personajes y sus escenarios. 

No sabría calificarla, la veo como una novela costumbrista, con dosis de negra e intriga, pero que te absorbe. Eso sí, mantiene una narrativa magnífica, y con un final que para nada te esperas.  

«Nadie parece darse cuenta de ello porque su aspecto exterior no se ha alterado, pero tiene la impresión de que el corazón se le ha llenado de arrugas y late más despacio, de que las tripas se le han endurecido», nos dice la joven Alena con 15 años.

Me encantaría extenderme, pero os dejo que seáis vosotros los que continuéis esta reseña…

Escrito por Leonor Pérez de Vega, autora del blog El dolor sí tiene nombre. Puedes seguirla en Twitter desde aquí.

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